jueves, 22 de enero de 2009

Mi vida, contada por mí

Hola a todos. Soy Tsuruya Rina, hija del jefe de las grandes y famosas empresas Tsuruya. Así es como comenzaría a hablar mi hermano mayor, Akira, de 20 años de edad y estudiante de la prestigiosa universidad de Todai. Sé que la primera impresión que esto ha causado ha sido la de que estoy orgullosa de pertenecer a una de las más ricas familias de Tokio, pero, realmente, es todo lo contrario.

Nací en la ciudad de Osaka hace ya 17 años. Mis primeros años de vida fueron los que cualquier bebé podría desear. Me crié entre algodones, rodeada de lujos. Juguetes, criados que me cuidaban a todas horas, la mejor leche del mercado y sobretodo el cariño de mi difunta madre. Ella nos quería más que a nada a Akira y a mí, y dos años más tarde, cuando nació Killua, también a él. Era una vida de ensueño, pero con el paso del tiempo fue estropeándose poco a poco el mundo feliz en el que habitaba.

Todo comenzó a mediados de primaria. Al principio me fue bien, los niños eran agradables conmigo y me sentía feliz. El ser hija de gente rica les parecía algo admirable y guay. Sin embargo, una vez que fuimos creciendo, cambiaron de opinión. De pronto empezaron a mirarme con envidia. Muchas veces escuchaba a algunos compañeros cuchichear sobre mí. Ellos pensaban que sacaba buenas notas por influencia de mi padre, que era una consentida y una niña de papá. Lo pasé bastante mal, la verdad. Siempre he sido negativa, tenía miedo de causar malas impresiones, y ese comportamiento me hizo aislarme hasta el punto de llegar a creerme que tenían razón y que yo no servía para nada. Pese a todo, conocí a alguien que me hizo tener confianza en mí misma y pensar con positividad. Fue durante mis vacaciones de verano, cuando tenía alrededor de 8 o 9 años.

Papá dijo que ese verano iríamos a la casa de un amigo suyo. Un tal señor Sadamoto, otro pez gordo japonés. Al parecer, tenía un hijo de mi misma edad y eso me animó un poco. Al menos conocería a un niño en mi misma situación. Él sabría comprenderme. Y así fue. Me hice muy buena amiga de Tai-kun. Todos los días salíamos a jugar juntos, hablábamos sobre cosas en común y nos divertíamos mucho. Tai-kun me enseñó a valorarme más. Me dijo que, pasase lo que pasase, siempre siguiera adelante y no perdiera la esperanza, y que él siempre, siempre, sería mi amigo y estaría a mi lado. Esas palabras me hicieron muy feliz, y recuerdo ese verano como el mejor de mi vida.

Pero a pesar de todo, yo debía regresar a Osaka y a mi antigua vida. Me resigné. Intenté concentrarme en los consejos de Taiki para pensar con positividad. Cuando me derrumbaba, le llamaba y él siempre lograba calmarme y darme nuevas fuerzas. Así seguí hasta que comencé secundaria.

Allí las cosas cambiaron un poco. Había gente, digámoslo así, como de “mi talla”. Seguía habiendo miradas de envidia por todas partes, pero también personas que se me acercaban. Ignoraba si era por puro interés o por si verdaderamente me apreciaban, pero el mero hecho de tener amigos a mi lado, me hacía sentir feliz. Poco a poco, logré integrarme en un grupo y ser una más.

Entonces, sucedió algo. Fue cuando se acercaban las fechas de graduarse y entrar en el instituto. Escuché a mis padres discutir sobre cuál sería la mejor opción para mí. Planeaban meterme en el prestigioso Seikatsu Gakuen, un lugar donde estudiaban todos los hijos de la gente rica e influyente del país. Mi hermano ya había pasado por ahí, y no fue gracias a sus notas por lo que lo consiguió. Yo no quería que me considerasen igual que él. Me ganaría mi entrada por mi talento y esfuerzo, no por el dinero. Estaba ya harta de que la gente sólo viese dinero cuando escuchaba mi nombre, o dirigirse a mí como “la hija del jefe Tsuruya” no como simplemente Rina. Y con esa idea en la cabeza, comencé a estudiar todas las tardes, noches, cada vez que tenía tiempo. Estaba tan obsesionada con entrar al Seikatsu que no presté atención a la enfermedad de mi madre. Hacía tiempo que se estaba quejando sobre unos molestos dolores de cabeza, pero como ella decía que estaba bien, le resté importancia.

Aprobé el examen de ingreso al Seikatsu. No había hecho falta que mi padre chantajease a nadie, como hizo con Akira. Estaba muy orgullosa de mí misma. Pero justo en ese día me enteré de una horrible noticia: Mi madre había fallecido. Al parecer, tenía un grave tumor cerebral y los médicos no pudieron hacer nada. El mundo se me echó encima en ese momento. ¿Cómo podía haber sido tan sumamente egoísta? Había estado tan concentrada en mis cosas que no le presté la atención que debía. Tal vez…si lo hubiese hecho…

Cuando cumplí los 15, mi padre nos mandó a Killua y a mí a vivir con Sachiko, una de las criadas, en una acomodada casa de Tokio, para así poder estar más cerca de alguien familiar. Obviamente no me creí esa excusa. Mi padre lo único que quería era estar sólo. La muerte de su esposa no había hecho más que sobre obsesionarle con mantener el prestigio de la familia y el triunfo de sus hijos en un futuro. Para el colmo, me enteré de que Taiki tenía novia, y ese hecho no me agradó nada en absoluto. Ya estaba rondándome por la cabeza hace tiempo que yo no consideraba a Tai-kun como un simple amigo. Mis sospechas se vieron confirmadas al ver mi reacción cuando miré una revista para jóvenes donde él y una chica posaban juntos. Pero no quiero hablar sobre eso ahora…ya lo contaré otro día.

El primer curso de Seikatsu no me fue demasiado bien. En cuanto a estudios, era una alumna ejemplar y sobresaliente, pero la gente tenía esa equivocada imagen de mi aún. Taiki cortó con su novia, pero ya hacía tiempo que no hablábamos mucho, pues él hizo nuevos amigos en el instituto, como es natural. Además, no puedo reprocharle nada pues adopté la manía de ponerme roja y tartamudear cuando él estaba cerca.

En el segundo curso me fue algo mejor. Hice dos amigas, Yuuki y Yukari, que se consideraban gente normal. Bueno, tienen gustos algo raros, pero la verdad es que son dos personas maravillosas que me han ayudado mucho. Gracias a ellas logré recuperar un poco las ganas de vivir, y tomé con fuerzas mi antiguo sueño.

Y ahora, en la actualidad, estoy cursando tercer y último curso. Mi hermano Killua se ha incorporado al instituto, y he de decir que aunque muchas veces me moleste, es un gran apoyo tener un familiar a tu lado. He hecho una nueva amiga, Yoshizaki Shizune, y parece que al fin me van las cosas bien. Ojalá que este curso sea el mejor de todos…y una nueva etapa de mi vida comience a florecer.

Bueno, creo que me he pasado un poco escribiendo…^^U es que yo deseo ser escritora algún día…(Como mi padre se entere de esto…)

¡Muchos saludos a mis compañeros del Seikatsu!

Rina.

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